Moverse en Roma


Moverse en una ciudad grande es relativamente fácil. En cada calle hay mil paradas de autobús y el metro también cubre la mayoría de las zonas. Pero he dicho fácil, que no es lo mismo que rápido. 
Pensando en Roma, y se podría decir que Italia en general, tenemos en mente la imagen de cualquier otro bonito lugar europeo, cosmopolita, ordenado... No nos engañemos, esto es totalmente distinto. Esto es el caos, viven según sus propias normas, si es que tienen, y las cosas acostumbran a tomarlas con calma, mucha mucha calma. También el transporte se rige por estas leyes populares de la cultura italiana. Eso quiere decir que cuando te pregunten cuánto tardas en llegar a algún sitio, estés en donde estés, la respuesta más adecuada sería entre 10 minutos y 3 horas. Vaya, lo que es un momento.

Evitar este tipo de situaciones es muy fácil: siempre que podáis ir en metro, no lo dudéis dos veces. En Roma nunca te fíes de un autobús o un tranvía. Es el transporte de ricos vs. pobres. 


El metro funciona bastante bien, pero hay que pagar. La mejor opción es el bono mensual. No es caro y puedes ir a cualquier sitio. Hasta a la playa. Eso sí, cuidado con las horas puntas y mucha atención al pasar por Termini. Llegas, probablemente apretado debido a la aglomeración de gente y observas, aliviado, como se vacía el vagón poco a poco. Tu salvación. Pero cuidado, así como bajan, vuelven a subir, esta vez el doble de gente, como si se tratase de la misa del Papa o el primer día de rebajas de El Corte Inglés, y entonces tendrás que pasarte el resto del viaje aplastado contra un cristal. Y esto es el paraíso comparado con lo que te espera en el bus.

El autobús, adorado transporte del pueblo. El autobús también se debería de pagar. Digo debería porque luego te das cuenta de que en Italia los revisores no existen, son los padres. El 99'9% de las veces no habrá nadie para pedirte el billete y, como consecuencia, nadie lo tiene. Esa es la razón por la cual es casi una hazaña montar en un bus y no morir en el intento. Además, encontrar a un italiano en el bus es casi como jugar una partida de ¿Dónde está Wally?. Todo esto sin contar con el hecho de los semáforos, el tráfico, y los conductores que te echan a mitad de camino y te dicen que no trabajan más, dejándote en el medio de la nada a las doce de la noche. Eso sí, luego siempre tienes anécdotas que contar.


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